martes, 1 de febrero de 2011

Tripa corazón...




Cuando camino creo ver cosas que están más allá de lo común, es decir, y para ser un poco más claro, le agrego sensibilidad. Un antes y un después, un contexto histórico que sirve para entender cada situación, tratar de resolver los conflictos y las adversidades que transcurren.



Por ejemplo al cruzar la calle. El trabajo consiste en focalizar, hacerse una idea precisa de las circunstancias y con ello la descarga de cualquier intención o la exposición de los reflejos y reacciones precisas, pensadas y calculadas de antemano. Caminar de frente hacia el otro lado de la acera.






La sorpresa, la desgracia, lo inesperado, intangible como el deseo y las respuestas, acecha sin la necesidad de ocultarse, la vemos y hasta creemos predecirlas. Somos cómplices de nuestra desdicha, compañeros de viaje de nuestros verdugos o nuestros salvadores, vamos de la mano, incluso en algo tan común como cruzar una calle. Una vez que comienzas, te zambulles en el asfalto y esperas, con tantas ansias, hasta estar del otro lado sano y salvo.




El problema a resolver es el caso de que no se llegue, y ese maldito verdugo presione tanto el acelerador, que cuando tiene que frenar, no le alcance y te deje desparramado en el cemento. Para lo cual le pones “tripa y corazón”, y te dejas morir en una camilla con olor a lavandina y suero caducado.




Por lo mismo me quedo sin cruzar, sin caminar pero con vida. Intento no llegar a ninguna parte y que todo venga a mi, me río del verdugo y del destino urbanizado, creyendo en cada acto que realizo y todo lo que desplazo al olvido, olvidando los sentimientos y la historia de lo que pudo ser y dejo que muera. Mejor me quedo en casa y focalizo desde acá adentro.

No hay comentarios: